Aquellos que están
libres del prestigio falso, de la ilusión y de la falsa compañía, que entienden
lo eterno, que han terminado con la lujuria material, que están libres de las
dualidades de la felicidad y la tristeza, y que, sin ninguna confusión, saben
cómo entregarse a la
Persona Suprema , llegan a ese reino eterno.
SIGNIFICADO
Aquí se describe muy
bien el proceso para entregarse. El primer requisito es que uno no debe estar
engañado por el orgullo. Debido a que el alma condicionada es engreída, pues
cree ser el señor de la naturaleza material, le es muy difícil entregarse a la Suprema Personalidad
de Dios. Uno debe saber por medio del cultivo del verdadero conocimiento, que
no es el señor de la naturaleza material; la Suprema Personalidad
de Dios es el Señor. Cuando uno se libera de la ilusión causada por el orgullo,
puede comenzar el proceso de la
entrega. A aquel que siempre está esperando algún honor en
este mundo material, no le es posible entregarse a la Persona Suprema. El
orgullo se debe a la ilusión, pues, aunque uno llega aquí, se queda por poco
tiempo y luego se va, tiene la necia idea de que es el señor del mundo. De ese
modo, uno complica todas las cosas y siempre se encuentra en dificultades. El
mundo entero se mueve bajo los efectos de esa impresión. La gente considera que
la Tierra, este planeta, le pertenece a la sociedad humana, y la han dividido
con la falsa impresión de que son los propietarios de ella. Uno tiene que
librarse de esa falsa noción de que la sociedad humana es la propietaria de
este mundo. Cuando uno se libra de ello, se libra de todas las falsas
relaciones causadas por los afectos familiares, sociales y nacionales. Esas
relaciones imperfectas lo atan a uno a este mundo material. Después de esa
etapa, uno tiene que cultivar conocimiento espiritual. Uno tiene que cultivar
conocimiento acerca de lo que verdaderamente es propiedad suya y lo que de
hecho no lo es. Y cuando uno tiene un entendimiento de las cosas tal como son,
se libera de todas las concepciones duales, tales como la felicidad y la
tristeza, el placer y el dolor. Uno se llena de conocimiento; en ese momento le
resulta posible entregarse a la Suprema Personalidad de Dios.
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