Así pues, mediante
las regulaciones de las Escrituras, se debe entender lo que es el deber y lo
que no lo es. Después de conocer esas reglas y regulaciones, se debe actuar de
una manera en que uno se vaya elevando gradualmente.
SIGNIFICADO
Como se afirma en el
Decimoquinto Capítulo, todas las reglas y regulaciones de los Vedas están
hechas para conocer a Krsna. Si uno entiende a Krsna con El Bhagavad-gita y se
sitúa en el plano de conciencia de Krsna, dedicándose al servicio devocional,
ha alcanzado la máxima perfección del conocimiento que ofrece la literatura
védica. El Señor Caitanya Mahaprabhu hizo que este proceso fuera muy sencillo:
Él tan sólo le pedía a la gente que cantara Hare Krsna, Hare Krsna, Krsna
Krsna, Hare Hare/ Hare Rama, Hare Rama, Rama Rama, Hare Hare, que se dedicara
al servicio devocional del Señor y que comiera remanentes de comida ofrecida a la Deidad. Aquel que se
dedica directamente a todas esas actividades devocionales, se considera que ha
estudiado toda la literatura védica. Él ha llegado a la conclusión de un modo
perfecto. Claro que, en el caso de las personas ordinarias que no están en el
plano de conciencia de Krsna o que no se dedican al servicio devocional, lo que
se debe hacer y lo que no se debe hacer lo tienen que decidir las disposiciones
de los Vedas. Uno debe actuar de conformidad con ello, sin objetar. Eso se
llama seguir los principios de los sastras, o las Escrituras. Los sastras no
tienen los cuatro defectos principales que se ven en el alma condicionada:
sentidos imperfectos, la propensión a engañar, la certeza de cometer errores y
la certeza de estar engañado. Esos cuatro defectos principales de la vida
condicionada lo incapacitan a uno para formular reglas y regulaciones. Por
consiguiente, las reglas y regulaciones tal como se exponen en los sastras
—puesto que están por encima de esos defectos—, las aceptan sin alteración
todos los grandes santos, los acaryas y las grandes almas.
En la India hay
muchos grupos en el campo de la comprensión espiritual, y todos ellos por lo
general se clasifican en dos: el impersonalista y el personalista. Ambos
grupos, sin embargo, conducen su vida de conformidad con los principios de los
Vedas. Sin seguir los principios de las Escrituras, uno no puede elevarse a la
etapa de la
perfección. Por lo tanto, aquel que entiende de hecho la
esencia de los sastras, se considera que es afortunado.
En la sociedad
humana, la aversión a los principios que llevan a comprender a la Suprema Personalidad
de Dios, es la causa de todas las caídas. Ésa es la ofensa más grande de la
vida humana. En consecuencia, maya, la energía material de la Suprema Personalidad
de Dios, siempre nos está dando problemas en la forma de las tres clases de
sufrimientos. Esta energía material está constituida por las tres modalidades
de la naturaleza material. Uno tiene que elevarse al menos hasta la modalidad
de la bondad, antes de que se pueda abrir la senda hacia la comprensión del
Señor Supremo. Si uno no se eleva hasta el nivel de la modalidad de la bondad,
permanece en los planos de la ignorancia y la pasión, que son la causa de la
vida demoníaca. Aquellos que se encuentran en los planos de las modalidades de
la pasión y la ignorancia, se burlan de las Escrituras, se burlan del hombre
santo y se burlan de la debida comprensión de la Suprema Personalidad
de Dios. Ellos desobedecen las instrucciones del maestro espiritual, y a ellos
no les importan las regulaciones de las Escrituras. A pesar de oír las glorias
del servicio devocional, ellos no se sienten atraídos a él. Así pues, ellos
elaboran su propia manera de elevarse. Ésos son algunos de los defectos de la
sociedad humana que conducen a la posición de la vida demoníaca. Sin embargo,
si uno puede ser guiado por un maestro espiritual idóneo y genuino, que pueda
llevarlo a uno a la senda de la elevación, a la etapa suprema, entonces la vida
de uno se vuelve un éxito.
Así terminan los significados de Bhaktivedanta del
Decimosexto Capítulo de El Srimad Bhagavad-gita, en relación con la naturaleza divina y la
demoníaca.
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